lunes, 19 de febrero de 2018

Repira, cariño... 1, 2, 3.

Me duelen los párpados. En éste punto, debo decir que tengo tanto miedo que estoy tranquila.
Es decir, no puedo actuar como si estuviese fuera de mí -aunque lo esté- porque el mundo sigue, ¿saben? y nadie se detendrá a preguntarme qué demonios sucede conmigo.
Excepto mi madre, claro está. Que ayer la sentí con temor también, me miró con furia y miedo por verme tan devastada...
Pero, lo que ella no se imagina es que estoy tan consternada, furiosa, y preocupada como ella.
Seriamente he intentado llevar la fiesta en paz; saben, la fiesta de mi miseria. Pero no es posible, al menos no me ha sido posible estos días, aunque sinceramente a veces pienso que simplemente pasa que me distraigo y por eso no caigo, pero que debo caer.
Siento que mi caída la han colocado en cámara lenta, como a la espera que al final no sea una caída, pero, demonios, estoy cayendo de todas maneras, y no tengo la menor idea de cómo salvarme.

Que linda la niña, ella piensa que tiene salvación.

Como les dije al inicio, a éste punto tengo tanto miedo, que estoy tranquila. O eso parece. Intento estar lo más ocupada que puedo, como si estuviese corriendo.
¿No les ha pasado? Que de pronto empiezan a correr, y siguen, y siguen, y siguen, y siguen, y saben perfectamente que cuando se detengan van a quedar exhaustos y que posiblemente les faltará el aire, y por supuesto, se les hará increíblemente difícil seguir corriendo, incluso seguir caminando; saben que se tirarán en el suelo a tomar un respiro inmenso, porque como ya dije: quedarán exhaustos... Así que bien, justo por saber eso, simplemente siguen corriendo, y siguen, y siguen, hasta que llega un momento donde finalmente se detienen, y sucede exactamente lo que pensaron, se detienen y de inmediato empiezan a jadear, y no pueden más y se tiran al suelo. 
Bien, a lo que quería llegar con todo esto es que así estoy últimamente. Distrayéndome, ocupándome lo más que puedo, porque sé que si dejo un mínimo espacio en blanco, me quebraré y no querré levantarme otra vez, no querré ocuparme de nada, sólo querré estar tirada en la cama sin nada que hacer. Al menos hasta después de llorar y gritar, y pensar, y gritar otra vez, e imaginarme las maneras de hacerme daño, y cómo y cuánto dolería todo aquello; para luego volver en sí, y quizás, sólo quizás levantarme de cama.

Estos días me he mirado al espejo y sólo observo alguien muerto, de manera muy literal, me veo enferma, y eso me enferma. No sé si me explico.

Luego, bueno, mi espejo se quebró, y adivinen qué, ahora me siento enferma. Tengo miedo de verme en el espejo porque me duelen los párpados, y ni mi voz es la misma. Si me siento así, ¿Pueden imaginar cómo luzco?

Y salgo, y las personas no paran de mirarme; y yo simplemente les temo, temo de sus pensamientos y ya me quiebro en cualquier lugar. ¡Por el universo mismo!

Me siento enferma, y eso me aterra, pero justo por eso... Debo estar calmada.

sábado, 10 de febrero de 2018

necesito una herida

Hay una niña en un bote queriendo saltar al mar. No soporta la agresividad de las olas, ni el movimiento constante de su cuerpo por la inestabilidad de la barca.

Me hace falta el oxígeno, y una que otra herida. 
herida
herida
herida
herida

¿Por qué tuve que sentirme tan bien? Es decir, fue una invasión a mi persona, una invasión a mi tristeza y nostalgia eterna. 

¿¡Por qué?! 

Llevo demasiadas promesas rotas como para volver a lo mismo, pero, ¡carajo! 
Nadie entiende que, a veces, es necesario el dolor. Es necesario que el cuerpo grite aún más que el alma...

No tengo cigarrillos, y llevo demasiadas cosas sin decir...

Si sigo intacta es por una maldita promesa de mierda. Si sigo acá no es por mí...
Nunca es por mí.

Hace un par de noches. Y aún tonight.

Nada ha cambiado, cariño.
Sábado, domingo, lunes, da igual... ¿Que qué se siente?
Pues tan común como un resfriado.

Ésta sensación de querer huir, o querer suicidarme es demasiado usual en mí, así que no es ninguna sorpresa. A veces tengo miedo, pero con quedarme en mi habitación es más que suficiente para estar a salvo.
Ahora, cuando estoy en la calle... Allí sí me pongo nerviosa, y empiezo a sudar frío. Pues siento a la muerte tan cerca de mí.
Veo a la muerte en cada automóvil que pasa, en cada puente, en cada edificio, en cada oficial de policía.
Y al llegar a casa, entonces debo pasar por la cocina, y es inevitable acercarme y tomar un cuchillo, y pasar el filo por mis muñecas, y acariciarme el rostro y la garganta con el mismo.
...
...
Pero bien, ahora mismo estoy en mi habitación, supongo que puedo estar tranquila. Y en un momento saldré, pero no, no tomaré ningún cuchillo, porque hay personas en casa, así que bien, con sólo un par de cigarrillos creo estaré bien.