Me has enseñado a querer así,
con miedo,
con cautela,
resguardando armas.
Me has enseñado a responder con ira tras cualquier dolor
porque sino me verás con lástima,
me querrás como grano de arena que se desliza tras tus dedos
y no como aquella roca que brilla para que la cuelgues en tu cuello.
Me has enseñado a tenerle miedo al amor y al dolor
porque de allí salen demonios,
ángeles caídos
del tren de las desgracias.
En algunas ocasiones, también, he aprendido a no mostrar indiferencia, porque así sólo se levanta el polvo, la marea, la cuestión.
Me has enseñado a no ser yo, y...
aunque creo que has sido el mejor en enseñarme todo lo que he dicho
creo que no han sido las cosas que realmente hubiese querido aprender.
Me has enseñado a no quererme, a esconderme, resguardarme...
Me has enseñado, sobre todo, a temer-te-
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