viernes, 11 de mayo de 2018

Además de su gorra, ¿Qué me quedó?

Me quedaron sus muecas... 
No puedo quejarme sin apretar los labios de la manera en la que... saben... él. 

Su esencia...
En la calle, a veces me da su perfume. Entonces camino más rápido de lo usual, aunque luego mire atrás y no lo vea por ningún lugar, pues algo que aterre más que pensar que es él, es pensar que sólo es su recuerdo.
Pues, a veces, estoy acostada en mi habitación, y percibo su olor en mi almohada. ¿Se dan cuenta el poder de mi memoria?
 Díganme, ahora, ¿Qué demonios me queda, más que rendirme ante su recuerdo? Porque, demonios, he cambiado la funda más de 5 veces... y aún así.

Su silueta, su tacto...
A veces veo su sombra caminando a mi lado, y siento un cosquilleo en mis manos. Pero no es él, nunca es él. Es su recuerdo. 
Su recuerdo conmigo permanece, aunque cada vez más ligero, aunque aveces demasiado tangible. Todo depende siempre de la intensidad en la que le piense, o en la que le extrañe. 

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