Me pasa que veo nuestras fotos... Y observo que
tuve una sonrisa tan hermosa junto a ti.
Noté que, contigo, no temo ser abrazada.
¿Sabes algo?
De vez en cuando juego a crear películas mentales; como reviviendo esos momentos...
esos momentos... en los cuales tuve una sonrisa tan hermosa junto a ti.
Y bien, creo que tengo otra confesión.
Espero no te molestes
sé que la envidia no es buena, pero...
No te imaginas la envidia que le tengo a Florida.
No, no te imaginas.
Envidio a sus semáforos en rojo que te indican cuándo detenerte...
Ellos te miran, amor, incluso los semáforos;
sé que se colocan en rojo apropósito sólo para que estés frente a ellos un rato.
¿Y cuando se colocan en verde?
-Te preguntarás-
Pues es la ciudad que manda a que los coloquen en verde otra vez,
porque distraes todo a su alrededor.
Así es como influencias la ciudad; y posiblemente ni lo notas...
¡A sus gentes!
Influencias a sus gentes, y también les envidio, por supuesto.
Sus gentes pueden mirarte a los ojos, y en un trayecto de un lado a otro
(en una caminata común)
pues ellos te rozan... Te rozan, amor, y yo aquí deseando tocarte.
¿Sabes a qué también le tengo envidia?
A los edificios; esos que toda mi vida he amado, pues hoy en día se roban tu atención; esa que ya no tengo.
Le observas y los detallas; y yo estoy tan lejos de ti, de que me mires algo parecido...
Y qué pesar
de verdad
Qué pesar saber que sonríes y que no estoy frente a ti para decirte que esa es -sin duda- mi sonrisa favorita en todo el mundo. Esa, esa que viene de ti.
Aunque, -por supuesto- se sentiría mucho mejor si fuese por mí.
Mi sonrisa, en cambio, está como en espera, o algo parecido...
Mi felicidad igual.
Hasta que vuelva a estar junto a ti.
¿Has leído el principito?
Bien, no importa...
sólo quiero resaltar un pequeño fragmento el cual quedaría perfecto de mí para ti:
«si vienes por ejemplo a las cuatro dela tarde comenzaré a ser feliz desde las tres»
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